La vida por siempre dando vueltas
y como un centinela
la muerte llama con todo y sus gerundios:
gato lamiéndose
perro ladrando en la mitad del sueño
pájaro cantando al comenzar el día
mientras tejen su tela las arañas.
Golpea el viento
apaga un sonido en la ventana
se escucha la zozobra
parpadea la luz
y el silencio recoge algarabías.
Suenan distintas formas de alegría:
pequeñas cosas que pasan en la casa.
Como el joven poeta
el gato se inicia en lo desconocido:
se acerca al laberinto
acecha el aire cortado por un vuelo
donde caen ángeles
sombras bajo la luz.
Gato el poeta
va y viene sin reposo.
Sabe que a diario encuentra una salida
otra puerta al enigma
la vida escondida entre lo oscuro
la muerte agazapada en los rincones.
Sabe -— poeta o gato —
que los días soleados albergan la noche
en lo más frondoso de los árboles
donde la luz comienza:
en el punto más negro.
Mi sueño en cada plato
como tus ojos cuando tienes hambre
y en la cocina apenas hay mercado
tal vez un poco de cilantro
un pedazo de pan
agua para un caldo simple
aceite en la despensa
y cubiertos a la espera.
Huelo el plato ajeno en la memoria
la leche caliente para el frío
miel y limón cuando duele la garganta
y la taza vacía
sobre la mesa.
Mi sueño es no escribir sobre lo mismo
sino encontrar tu plato lleno.
No ocurren las palabras como antes.
No se sonroja el cuerpo al inventar tu mapa
en otras geografías el perro no ladra y tampoco maúlla el gato
el croar de la rana se pierde en la mañana y el pájaro no dibuja pentagramas en el aire.
No somos el cuento de las hadas ni despierta el poema en la pantalla y al tartamudeo de sílabas el teclado se traba
el párrafo se acorta ante la frase desvalida.
El click de la sonrisa dibuja la curva de luna
que mira para abajo.
La red no borda la tela del amor no teje manos ni corazones
ni escribe la palabra sol
ni sabe como se enciende la luz en la mañana. No acerca el calor los ojos no se miran no hay labio contra labio ni cuerpo sobre cuerpo y desconoce el sonido de tu voz: no sé cómo respiras no oigo tus frases al oído ni siento la textura de tu piel.
No es simultáneo el tiempo
ni llega tu perfume en cada mail.
WhatsApp enreda la foto en los mensajes Facebook no sabe de caricias en el Skype tu rostro es un fantasma
se diluye se distorsiona se pixela
se va
se pierde golpea la voz
o la silencia.
En ese oficio de enredar no hay uniones eternas:
dibuja una carita feliz la telaraña y lo que nunca fue tuyo se diluye en la sombra
Descienden del muro las palabras
—niñas deslizándose por un tobogán—
sílabas que acaban en el aire.
Olvido el olor del lápiz y el papel
la luz desvanecida en la memoria
las manos que acarician
y nace el poema con la vida y la muerte
atormentando la punta de la lengua.
Regresa maltrecho
como si viniera desde el fin del mundo
o hubiera atravesado el inmenso mar.
Caídas las alas y los ojos apagados
no levanta vuelo.
La paloma mensajera nunca trajo noticias.
Alguien rompió la carta de amor
escrita en el reverso de sus alas.
Alguien busca entre sus plumas
al menos
una palabra herida.