26-12-2016.
Importancia de la síntesis
Todos los escritores de mini-ficción nos destrozábamos la cabeza en un afán irrefrenable de superar la síntesis del Dinosaurio de Monterroso, de apenas 7 palabras y 22 sílabas. Uno de los escritores más prometedores de la generación escribió un portentoso microrrelato de apenas cuatro palabras, polifónico, profundo en la dimensión humana del recuerdo, y de inmediato las antologías y las mejores revistas de este género lo incluyeron como una piedrita de oro en sus páginas. Otro escritor, más audaz, se atrevió a publicar un texto en el que las únicas letras que aparecían en la hoja eran las del título. Este también alcanzó gran renombre. Sin embargo, cuando uno de los genios de este género sacó a la luz su mayor conquista a la imaginación, el público no soportó tanta audacia. En el lanzamiento del libro, en vez de leer un fragmento de sus páginas, como suele hacerse siempre, el autor se quedó callado por más de media hora. Sólo al final el público entendió que se trataba de un libro con todas sus cien hojas en blanco, sin paginación, cuya única palabra en el título era: Adiós. De ahí en adelante todos los escritores de mini-cuento, siguiendo su ejemplo, nos impusimos el silencio. En la ciudad nos conocían de sobra por nuestro voto de mutismo sin término. Hasta que un día a alguien se le ocurrió la idea de sintetizar el silencio.
Los aprendices
Cansada de nuestros fracasos escolares, la profesora decidió demostrarnos que la culpa no era suya. Llevó a clase un león y lo hizo sentar enfrente de todos. La profesora nos explicó que ella le había enseñado a leer y escribir. Le pasó una hoja y él, manso y decente en sus gestos, leyó en voz alta, en perfecto español y con un tono lírico que nos estremeció. Apenas terminó, la profesora le pasó una evaluación, que él contestó rápidamente. Ella la calificó delante de todos y las respuestas eran perfectas. Yo me levanté de la silla, aplaudí y solté un fuerte rugido de entusiasmo desde el fondo del vientre, como nos había enseñado la profesora. El león bajó la cabeza y agachó las orejas, asustado, como si jamás hubiera oído un sonido semejante.