Más eterna que las garzas de El Suán
la primera nieta de la noche,
su muslo encarna la maldición del metal,
la plenitud indecente del ciruelo
Proclama ella la razón del párpado,
la bisuaca de la certidumbre
y el honor que se acumula
en los ríos abandonados
Más recuerdo
que las aguas violentas del Sinú.
Princesa,
déme un pelo
para aliviar mi sombra.
Hace meses que las hojas
copian su margen
las huellas
que en letras urgentes
deja en tu cuerpo mi mano
(Así, sin embargo,
sólo aprenderá a leer el bosque).
Este altísimo hombre
que arresta la luna en su bolsillo
y toma largos sorbos de dicha
al descuido.
Este altísimo hombre
que descuida sus más claras aficiones
de alcahuete de árboles,
de cartero ilustrado
y ha sido por unanimidad
amigo nuestro.
Este hombre cuya estatura
es la misma de los pescadores
al caer el sol.
Su frente semeja un tucán
que pregona sabios cinismos.
Metáforas de hombres primarios
reglamentan sus silencios.
Locos de buen ver eternizan sus vientos.
Allí donde viva
vivirá un poco de nosotros
en pie con su altura.
Cuando escribo pienso en ti
y no sé cuándo volveré a verte
Los meses cada vez me gustan menos
pero te escribo algo de mi vida
-y duermo tranquilo con el recuerdo
en la almohada
Qué tal el tiempo allá
Acá me llueve todo el día
Y no es que se me arrugue el alma
pero casi
El portero canta tangos
imagínate
y una mujer con una cadera de yegua
me tiende trampas bajo el balcón
-tranquila, mujer, no es nada
Yo estoy bien pero el tiempo se demora
Tengo los labios cuarteados por el frío
Y no ando bien al caminar
el corazón me funciona
y te quiero pero suspendo ahora
estos escritos porque el portero
imagínate, amor
canta a medianoche aquello
de adiós hermanos compañeros de la vida
y vale la pena escucharlo.
Hecho de finitudes nebulosas
mi cuerpo es la fuente
de la imagen que pretendo ser
Gracias a él reconozco
la estrella que me constituye
y la palabra que me hace visible.
Cuando la fuente se extinga
no habrá vista que fije mi espectro
ni memoria que guarde mi nombre.
El padre que me abandonará
colma mi tiempo de bendiciones
La madre que me dejará huérfano
se compadece de mis heridas futuras
El perro que disputará mis huesos
corteja mi sombra y lame mis sueños
El amigo que me traicionará
custodia el árbol de la lealtad
La mujer que me será infiel
inciensa el altar de la perpetuidad
El hijo que seguirá mi ejemplo
abre la caja de las contradicciones
El odio que me matará
me observa desde varios puntos de vista
Los deudos que asistirán a mi funeral
apenas si dan luz a mi existencia
El desconocido que se casará con mi viuda
revisa el inventario de mis desvelos
El dios que me juzgará cuando muera
ilumina el sendero de mis tentaciones.
La pena que me agobia esta mañana
es una pena antigua que no cesa
de opacar mis victorias transitorias
con su impune neblina de tristeza.
Eco lejano de una extraña especie
que se extravió en la luz de los desiertos
Herencia imperceptible de un ancestro
que enloqueció de amor en el silencio.
Pena de ser amor y de no serlo
Pena de no tomar lo que fue dado
pena de caminar entre los muertos.
Nada más infernal, más inhumano
que no encontrar la huella ni el sentido
del sufrimiento que nos vuelve humanos.
Como sueños de sombra
las paredes se levantan
contra la tempestad.
Sus dos caras que miran
a través de los vanos del presente
delimitan el mundo de los hombres.
Hacia adentro
el fervor de los cuerpos dialogando
en el lenguaje de la cercanía.
Hacia afuera
la ansiedad del presagio
deletreando los códigos
de lo desconocido.
Entre la seguridad y la sospecha
las paredes son una sutileza de los hombres
para huir de sí mismos.
Como el sol y la lluvia
en los caminos
los amigos
nunca dejan de estar
en nuestro tiempo.
Unas veces nos dan
el pan de su presencia
otras
el de su ausencia
Pero siempre persisten
en el nudo moreno
del abrazo
o en el rayo sin trueno
del recuerdo.
Vivos o muertos
celebran el árbol
de nuestras victorias
o recogen los leños
de nuestras derrotas.
Los amigos son la voz
del tiempo
que nos redime
de la inadvertencia.
El barco de papel
la voz del alfabeto
el parche del balón
la clase de francés
el orgasmo primero
los quince años.
Todo aquello que amamos
y vivimos
antes del portafolio
y el contrato
pervive en el cristal
de la memoria
a prueba de humedades
y de arrugas.
En el tiempo interior
todo es perpetuo.