POETAS SIN FRONTERAS - POETS WITHOUT BORDERS
POETAS SIN FRONTERAS - POETS WITHOUT BORDERS

BUSCANDO UN TESORO

Buscando un tesoro

he tocado fondo

y el pecio no estaba.

Solo y desolado

me volví a la playa

a buscar mis huellas:

¡Se las llevó el agua!

IMPOSIBLE VOLVER

Imposible volver,

ni siquiera a tus besos, siempre otros,

ni a tu cuerpo, siempre otro también.

Empujado, llevado en volandas:

imposible estar.

Me encabalgo en un verso

y ya no puedo regresar al dolor

que lo empujó para siempre a nacer.

Ni la piedra, pretendidamente inmóvil,

es la misma: un cierto brillo,

una sombra, la luz…

Ni las manos, inútiles manos,

atrapan este instante y voy de paso,

siempre, en este imposible de nombrar

que ya es otro, eternamente otro…

¿Vértigo, tal vez?…

La memoria atrapa mariposas

con alfileres de cristal

que ni siquiera así se estarán quietas.

MIRABA YO DE LA ORILLA

Miraba yo de la orilla

cómo el agua entre las piedras

se marcha como la vida.

 

A la orilla del barranco

miraba yo cómo el agua

las piedras va moldeando.

Y cómo, a la piedra dura,

vencen caricias del agua:

¡El poder de la ternura!

¡PESCADO FRESCO!

Para mi oído toda la música del mar.

Centellean las sebas al sol,

negro y plata sobre azul.

Marinos impasibles que la arena esculpió,

colillas apagadas en balcones

taciturnos.

María, Carmen, Aurora…

Como libros abiertos al sol,

como manos recogiendo el rocío,

las barcas…

Un olor seminal en la espuma

y un festín de gaviotas celebran

la preñez de las redes.

Vocifera la caracola

por la muda agonía del pescado.

Sobre la parda arpillera empapada,

el sol llena las cestas de plata.

Bajo el peso de la duela resopla

el barquero… ¡Pescado fresco!

En la balanza, una piedra indiferente

golpea de asombro los ojos de un niño:

dos platillos pesando la muerte

con las risas de las comadres...

El hombre lleva tallado el mar

en la sal de su frente.

Mientras se aleja, un lamento espiral reverbera en el aire.

QUIERO SABER DE ESTA CEGUERA MÍA

Quiero saber de esta ceguera mía.

Y estás ahí latiendo, corazón,

azul y verde en tus orillas frías,

oscura y abisal, ¡oh, mar profunda!,

habitada de espectros silenciosos,

de frágiles criaturas que me hablan de táctiles visiones,

de elocuentes caricias en la noche de tus aguas.

Amada mar, mar mía, mar temida,

como mujer salada y espumosa,

de onduladas caderas que emborrachan.

Quiero saber de esta ceguera mía,

¡amada mar que en mi interior resuenas!

¡Amor a mares, desvarío!

Como lágrima salada y sola,

como sal de tu entraña,

me diluyo y en la tierna fortaleza de tus olas,

¡mi corazón latiendo con el tuyo!

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