Huye de la ciudad que no se queda en las uñas; de la ciudad que duerme sin ruido y esconde un cuchillo debajo de la almohada; corazón en blanco y negro como bandera al agite de los carros; escapa de la belleza de sus días, del terciopelo en las tardes; dile al guardia que no han florecido los geranios ni los tulipanes; lanza tu risa de aguja fina por los callejones, y huye, huye para huir de la bocina sin aliento que aceita la máquina; del polvo rucio que se pega a los zapatos; del viento que pasea los semáforos; tírate avenida abajo y arriba al pie de las locomotoras, de las hélices, de la bencina. Huye de la ciudad que hace llorar ojos sin reír el alma. Huye y huye hasta que huir sea sentido de recuerdo, y allá, al borde de los desaguaderos, espera que vuelva hacia ti, para seguir huyendo.
Dime si empieza a llover
Y una gota grande como un sol se desprende
Viniendo desde esa mano de cielo en líneas entrecruzadas
Al geranio de cristal plantado entre las maderas del patio.
Dime ¿Qué debo hacer?
¿Cuál es el salmo que abre esa llave?
Y no deteniéndose allí inaugura un cono de reflejos
Una paz de chorros en el vidrio y la ventana
Inicia la envidia de los vecinos
Con un tronco de piedra entre los dedos
Dime ¿Qué debo hacer?
¿Cuál es el evangelio que tumba esa puerta?
Y desmedida por la piel
Mientras olvida el marco natural
Invade nuestros cuerpos tendidos
En la digna postura del amor
Dime ¿Qué debo hacer?
¿Cuál es el verbo que derrama esa gota?
El hombre se levanta
A deshabitar el alma
Corre el riesgo de los vientos
Que curvan ventanas
Desnudas
Pero al atreverse con los dioses
Se sabe ágil
Ligero
Hay en su mirada
Mucho cielo
Mucha planta.