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02-09-20.
Bajo la imposición de normas y decretos que se producen en este tiempo de pandemias con el pretexto de “aplanar la curva” ¿No se estará escondiendo un cierto experimento de autoritarismo y de poder que dialoga con las estrategias neofascistas? ¿No se estará produciendo una gran falacia a nivel global para aplicar tecno-controles, vigilancias y castigos en el presente y en un futuro cercano? A medida que pasamos por el “confinamiento obligatorio preventivo” se van despejando los campos, generando varias dudas sobre los actuales acontecimientos.
Podríamos suponer que las prohibiciones y cohibiciones, los toques de queda, la vídeo y digito vigilancia extrema de nuestros datos personales, las restricciones severas, no serán aplicadas solamente en la época de la emergencia, sino que, y de allí nuestra alarma, se irán adoptando en las épocas de una supuesta normalidad cotidiana. Esto es lo preocupante. De por sí, surgen varios interrogantes: ¿Qué hay detrás de este mecanismo autoritario y autocrático, que regula nuestra vida pública e íntima? ¿Qué desean comprobar? ¿Acaso estudiar nuestro comportamiento y el cómo respondemos al panóptico y al sinóptico social impuestos?1
Los métodos de represión son de indudable factura fascista: propaganda y publicidad extrema al servicio de una obsesiva idea: el Covi-19, Leviatán que se ha tragado todo y se ha vuelto un virus pantallizado y digital más peligroso en el interior de nuestros hogares que en el afuera. Miedo, pánico y muerte. La carga de responsabilidad puesta sobre los sujetos es terrible y, sobre todo, mortal; tiene olor a sepulcro a cremación segura.2
Con esta estrategia de seducción constante, los medios, los políticos y todas las instituciones de reglamentación autoritaria, están implantando técnicas de terror y de obediencia, castigo y sanción, produciendo conformismo en ciudadanos resguardados en sus nichos. Dichos nichos, recordando a Max Weber, se han transformado en especies de “jaulas de hierro”, pero paulatinamente endulzadas, ablandadas, a través de la banalización de los gustos, con la trivialización de Netflix y la idiocia viral de una farándula nacional e internacional.
Por su parte, el llamado “síndrome de la cabaña” o del bunker, con su horror al ágora, al semejante, nos está construyendo no un sentido de solidaridad, sino un modelo de individualización competitiva. Esto no es otra cosa que la colonización lenta, sistemática y planeada de nuestros deseos. Casi todas las acciones del afuera han quedado confinadas, han llegado a un punto nulo, y es allí cuando las estrategias antidemocráticas contra los derechos humanos, destructores del Estado de Derecho, se ponen en funcionamiento. Los gobiernos neoliberales le llaman “medidas de contingencia”; sin embargo, dichas medidas se ejercen con una carga de castigo y negación violenta, de exclusión, marginación de unos muchos –el pueblo raso- pero de ayuda para unos pocos -clases privilegiadas-. Jerarquización visible en una sociedad violenta y clasista.
Con la masificación de todos los dispositivos tecnológicos se incrementa la neo-esclavitud, tanto física por el confinamiento, como mediática. Ello agudiza mucho más el espíritu de obediencia, propicio a los intereses del autoritarismo. Se trata de convertir al ciudadano en un conciliador y colaborador de las reglamentaciones arbitrarias, las que, incluso, van en contra de su dignidad. De modo que los ciudadanos pueden perfectamente asumir la defensa de dichas leyes con fervor, fanatismo, violencia, dogmatismo, brutalidad y emotividad descontrolada a favor de sus propios verdugos, asumiéndolos como entidades todopoderosas.
Las condiciones, entonces, están servidas para instalar con mayor fuerza los objetivos y principios de un fascismo vivo y galopante, como son el impulsar, de forma más decidida, un ultranacionalismo en contra de los migrantes del tercer y cuarto mundo; mantener la xenofobia y la diferencia clasista y étnica; sostener las fronteras entre un “nosotros” y unos “ellos”, legitimadas y aceptadas por el pánico al extraño, al diferente; incrementar los fake news, los cuales, a través de una estrategia de repetición propagandística, se imponen como verdades indiscutibles; concebir un sistema de limpieza demográfica darwinista donde mueran algunos excluidos de las “subclases” y sobrevivan los “elegidos” de las élites hiperclasistas. A la vez, gracias a la crisis, legitimar la autoridad contra aquellos que se oponen a las disposiciones, considerados antisociales y promotores de la desobediencia civil. Las maquinaciones fascistas se ven más claras a medida que avanza la pandemia, aprovechan el momento para promover la fractura social y el distanciamiento, el “sálvese quien pueda”, la atomización entrE los “buenos” y “malos” ciudadanos, el ignorar los derechos humanos, constituirse en únicos salvadores de la crisis, detener todas las protestas sociales que contra el neoliberalismo se vienen gestando exponencialmente a nivel global.
Claro, tales medidas antipopulares cuentan con el apoyo de banqueros, industriales, políticos de la ultraderecha y del imperio, lo cual sugiere que el Covid-19 no sólo es real –eso no se discute- sino que se le aprovecha para exagerar y montar desde él un espectáculo donde la demagogia de una quiebra económica de los oligopolios financieros y la bancarrota de los grandes empresarios se vuelve caldo de todos los días para exigir regalías a favor de los acaudalados. Al mismo tiempo, los gobiernos neoliberales aprovechan la desesperación y desprotección que va dejando la pandemia para edificarse una imagen de benefactores caritativos, creando un sofisma humanitario sin importarles las consecuencias sociales y políticas que contiene tal cinismo.
Como se observa, el que saldrá más beneficiado, con inmensas ganancias después de la pandemia, será el sistema bancario, quien hará préstamos con altas tasas de interés a microempresarios quebrados y a ciudadanos desesperados. Otros beneficiados serán esos mercaderes de las enfermedades llamadas industrias farmacéuticas, como también los gobiernos y los sectores privados que aprovecharán la crisis para realizar despidos masivos, imponer el trabajo por horas y el tele trabajo, realizar reformas laborales y tributarias, liquidar sindicatos, suprimir los fondos de pensiones estatales, primas, cesantías, el pago del trabajo nocturno, reprimir las protestas sociales, implantar la educación virtual de baja calidad, la masificación de dispositivos de audio y video vigilancia, los panópticos caseros y la híper-implantación del miedo y del odio en la vida cotidiana.
“Si no nos despertamos, nos advierte Thierry Meyssan, el grupo actual impondrá de forma duradera una aplicación de rastreo en los teléfonos móviles para vigilar los contactos individuales de todos, arruinará las economías de ciertos países para transferir la fuerza de trabajo hacia la industria del armamento y acabará convenciéndonos de que China es responsable de la epidemia de Covid-19, con lo cual se justificaría aplicar a China la llamada «doctrina de contención» (…) Si no nos despertamos, la OTAN –que supuestamente estaba en «estado de muerte cerebral»– va a reorganizarse. Se extenderá por el Pacífico, comenzando con la incorporación de Australia (…) Si no nos despertamos, la enseñanza será reemplazada por un sistema de adquisición de saber a domicilio, nuestros niños se convertirán en cotorras desprovistas de espíritu crítico, sabiendo de todo pero sin conocer nada”. 3
A contracorriente de aquellos que aseguran con una extraña esperanza la caída del sistema capitalista neoliberal, creemos que éste saldrá favorecido, pues aprovechará todo aquello que se constituyó en emergencia temporal para volverlo necesidad perpetua. Un virus no derriba sistemas económicos de la noche a la mañana, pero sí muestra las grietas, los vacíos, las injusticias, las tremendas brechas entre pobres y ricos, las condiciones de precariedad en que las reformas del capitalismo neoliberal han dejado a los sistemas de salud y de educación; visibiliza la miseria de los trabajadores informales, los gritos de hambre y la represalia terrible a sus exigencias.
Recordemos estas visionarias palabras de Ernesto Sábato escritas en 1945 al finalizar la Segunda Guerra Mundial: “se piensa que el fascismo es un producto específicamente alemán o italiano; si se cree que es resultado de una mentalidad que solo puede darse en esos pueblos, entonces es claro que su capitulación, el desmantelamiento de su industria pesada, el fusilamiento de los líderes y la reeducación de sus hombres señalarían el fin del fascismo y de la guerra, que es su producto inevitable (….) Peligrosa ingenuidad: las causas del fascismo están latentes en todas partes y puede resurgir en muchos otros países, si las condiciones son propicias. No se defiende aquí la ingenuidad de que el fascismo alemán pueda resurgir en otros lugares con idénticos atributos; la historia nunca se repite. Se defiende la hipótesis de que pueda resurgir con sus atributos de barbarie espiritual, esclavitud de las almas y de los cuerpos, odio nacional, demagogia y guerra”.4
El confinamiento, más que impulsar el abrazo puede estar generando el espíritu del aislado antisocial individualista, muy diferente al del creativo solitario-solidario, espíritu que debe ser nuestra respuesta al miedo, a las normas represivas de índole fascista, a los medios oficiales que ignoran las múltiples realidades; es una forma de apuesta y protesta, de resistencia y de re-existencia poética, pensante, la cual mantiene viva una memoria crítica, creativa.
1 Para Thomas Mathiesen se ha instaurado un “sinóptico” gracias a los medios de comunicación donde muchas personas vigilan a unas pocas, contrario al panóptico tradicional, donde unos pocos vigilan a muchos. “Con el sinóptico, dice Bauman, en lugar del panóptico, ya no es necesario construir espesas paredes y elevar torres de observación para mantener dentro a los reclusos…A partir de entonces se espera que los operarios se auto disciplinen y carguen con los costes materiales y psicológicos de organizar su producción. Se espera que los empleados se construyan ellos mismos las paredes que los rodean y se mantenga dentro de ellas por voluntad propia” (Bauman Z. y Lyon, David. 2013. Vigilancia líquida, Buenos Aires: Paidós).
2 Según Thierry Meyssan, Director de la Red Voltaire, “esas transformaciones de orden social carecen de justificación médica. Ningún tratado de epidemiología en el mundo había planteado, y menos aún aconsejado, un «confinamiento general obligatorio» para luchar contra una epidemia”.Thierry Meyssan:”El proyecto político global impuesto con el covid-19 como coartada”, Red Voltairenet.org: https://www.voltairenet.org/article209827.html
3 Thierry Meyssan:”El proyecto político global impuesto con el covid-19 como coartada”, Red Voltairenet.org: https://www.voltairenet.org/article209827.html
4 Sábato, Ernesto (2001) Uno y el infinito. Bogotá: Editorial Planeta. págs.62-63.