Por Nicolás Zimarro
14-04-2016.
Suecia renuncia a las olimpiadas y prefiere invertir en viviendas para ciudadanos, después de presentar su candidatura, la ciudad de Estocolmo, Suecia, decidió dar un paso atrás y dejar libre su lugar en la disputa de los Juegos Olímpicos de Invierno de 2022. ¿Lo han oído, lo han leído, políticos de pacotilla y vendedores de humo de los equipos de comunicación de los agentes económicos? Es algo de lo que ciudades como Madrid y otras, cuyas sociedades no viven su mejor momento económico y que llevan millones de euros gastados en candidaturas olímpicas, podrían aprender.
El consejo municipal de Estocolmo calculó los gastos que deberían afrontar las diferentes instituciones de la ciudad, contraponiéndolos a los supuestos beneficios derivados de la organización de los Juegos, y llegó a la conclusión de que el proyecto supondría un coste demasiado alto, inasumible en una coyuntura de crisis económica, y de que no tendría ningún sentido malgastar el dinero público en semejante exhibición de megalomanía, cuando a la ciudadanía le urgen otras necesidades perentorias referidas al ámbito de la protección social, tal y como es, por ejemplo, la creación de un parque público de viviendas que ayude a paliar la escasez existente en la actualidad. “Quizás en otros países, el uso de dinero de los contribuyentes para celebrar grandes eventos deportivos no es ningún problema. Pero en Suecia es diferente. “No puedo recomendar a la Asamblea Municipal dar prioridad a la realización de un evento olímpico si tenemos otras necesidades de la ciudad, como la construcción de más viviendas”, dijo el alcalde Sten Nordin. “De esta forma, aseveró, el dinero que se tenía provisto para el evento se destinará a la construcción de viviendas sociales de calidad, garantizando un derecho básico a la ciudadanía que, de otro modo, se vería en una situación de flagrante desprotección social”.
A ver si aprendemos de una vez. Tanto hablar del modelo económico, educativo y social de los países nórdicos, como paradigma del progreso y del bienestar social, para luego aferrarnos a nuestras miserias de sociedades insostenibles y enfermas de desigualdad que solo pretenden la consecución del pelotazo para unos pocos, sobre la base de un escaparate internacional de opulencia y modernidad, a costa del mantenimiento de una estructura social injusta e inmoral para la mayoría de la ciudadanía.