POETAS SIN FRONTERAS - POETS WITHOUT BORDERS
POETAS SIN FRONTERAS - POETS WITHOUT BORDERS

PALABRAS PARA UNA BIOGRAFÍA EN BLANCO

Por Nicolás Zimarro.

24-03- 17.

 

Todo lo que tengo por más propio no me pertenece. Simplemente, es de cualquiera. Por supuesto, también tuyo. Y lo que tengo es un universo de palabras. Palabras para designar el mundo, palabras para abrazar tu cuerpo desnudo, palabras para invocar a todos los dioses habidos y por haber, palabras para atesorar sueños, palabras para consolarte, palabras para

compilar gritos de denuncia, palabras para vertebrar la eternidad… Quiero creer que estas palabras pueden cumplir su objetivo, que de verdad sirven para algo. Quiero creer que no son vanos zarpazos al viento, que son el necesario descargo de humanidad, ese latido de porvenir que sustentará una nueva conciencia social acorde a las exigencias éticas de los tiempos actuales. Quiero creer que la literatura significa mano tendida al prójimo, la quintaesencia del amor y el soplo de vida salvífico para cualquier individuo humano.

 

Quiero creer todo esto, porque entiendo que la palabra, en sus múltiples expresiones, o sea, la literatura, en el sentido más amplio del término, únicamente adquiere significado cuando tiene por finalidad a las personas, cuando es sinónimo de comunicación y solidaridad. Tal vez este propósito se antoje dificultoso o ilusorio, pero no debemos ceder al desaliento o al desencanto, no. Nuestra obligación es desentrañar a través de la palabra todas y cada una de las situaciones de lesa humanidad de las que tengamos conocimiento, así como erigirnos en pregoneros de la Carta Fundamental de los Derechos Humanos, esa nómina consensuada de lícitos éticos universales tan cacareada por no pocos prestidigitadores de las Letras y tan socorrida para los adalides de lo políticamente correcto, pero que en la mayoría de las ocasiones es laminada impúdicamente en el arco del triunfo de los poderes fácticos.

 

Recuerdo que, hace ya algún tiempo, cinco escritoras valientes y comprometidas en la lucha por la erradicación de la violencia de género y por la igualdad real de hombres y mujeres en todos los ámbitos de las relaciones humanas se embarcaron en un proyecto paradigmático, consistente en desarrollar biografías inacabadas de mujeres líderes en la sociedad de Asia, que es un magnífico botón de muestra.

 

Almudena Grandes, Ángeles Caso, Carmen Posadas, Mara Torres y Rosa María Calaf prestaron su pluma y su imagen para una campaña solidaria. Cada autora desarrolló una breve biografía inacabada sobre una mujer asiática de referencia social para otras mujeres en su país. El conjunto de estas historias, de diez páginas cada una, se plasmó en un libro titulado Vidas en progreso. El total del importe de las ventas iba destinado a la ONG Paz y Desarrollo, impulsora del proyecto. La obra contaba con una extensión de 300 páginas. Excepto el espacio que ocupaban las biografías, 50 folios, los 250 restantes estaban en blanco. Simbolizaban la vida no escrita, no predeterminada, la potencialidad de una humanidad en plenitud. Este era el escenario en el momento de la publicación del libro: Nguyen Thi Thanh Havivía en Vietnam. Tenía 35años y era madre soltera. Se dedicaba a gestionar el Fondo de Desarrollo Económico y Social, que respalda a mujeres pobres del medio rural. Almudena Grandes escribió en su biografía: “La pobreza y la enfermedad tiñen la vida de Ha de colores sombríos. Pero su padre,

que la adora, se empeña en que al menos continúe sus estudios, aunque a su madre no le parezca bien”. Su trayectoria, como la del resto de protagonistas, era de superación. Sus historias inacabadas servirán de ejemplo para que miles de coetáneas que viven marginadas sientan que puede haber un camino diferente al que la sociedad que les ha tocado vivir les marca.

 

La filipina Angélica Precioso tenía 53 años, tres hijos y estaba casada. Estudió Comercio en la ciudad de Suriago, al norte del archipiélago. Este conjunto de islas fue noticia por la devastación que causó el supertifón Haiyan, y que dejó unos 2.500 muertos. La periodista Mara Torres escribió su historia. “Angelina ayudaba a su padre en todo: recoger madera en el bosque, realizar trabajos de carpintería, recolectar bananas, vender en el mercado. Al volver del colegio se ocupaba de sus ocho hermanos, para que su madre descansara un poco”.

 

En Bangladesh vivía Rahima Begum, de 42 años. Al igual que Precioso estaba casada y tenía tres hijos. Contrajo matrimonio muy pequeña, en una boda concertada. No conoció a su esposo hasta el momento de la ceremonia. Era la líder de un grupo que organizaba reuniones semanales para poner soluciones a temas como la pobreza, el hambre o la desnutrición en su sociedad. Ángeles Caso contó su historia: “Nació mujer en un lugar del mundo donde la vida de una mujer no vale tanto como la vida de una vaca, y muchísimo menos que la vida de un hombre”.

 

La camboyana Ith Sopha era budista y granjera. A sus 48años participó en el programa de empoderamiento económico y social que organizó la ONG Paz y

Desarrollo. Su marido y sus hijos siempre la apoyaron. La escritora hispano-uruguaya Carmen Posadas fue testigo de su vida: “De niña, Sopha fue enviada a

trabajar en un campo de arroz junto con otras 60 personas de todas las edades. Trabajaban de sol a sol, pero pasaban hambre. Sopha trabajaba duro y, con 13

años, tenía a otras diez niñas a su cargo”.

 

Francisca Mónica tenía 43 años y vivía en Timor Oriental. Estaba casada y tenía cuatro hijos y dos hijas con edades que iban desde los cinco a los 22 años. Desde 2010 era titular del programa de promoción de la Participación Política e Igualdad de género que la ONG Paz y Desarrollo tiene en marcha en el país. Sobre su vida escribió Rosa María Calaf: “Francisca tenía 11 años cuando regresó a un pueblo donde los cadáveres yacían sin enterrar. En la escuela se había prohibido hablar su lengua, el tetum. La lucha de guerrillas y la represión continuaron.

 

El proyecto contó desde el principio con muy pocos medios. Uno de los grandes logros fue materializar la iniciativa y que no se quedara como otras en algo teórico.

 

Pero el mayor de los éxitos es que todas estas mujeres han seguido escribiendo sus biografías con las más maravillosas de las palabras, con hechos, que las convierten en emblemas insoslayables en la lucha por la consecución de una sociedad global justa, sostenible, libre e igualitaria.

 

¡Cuántas páginas en blanco les restan a sus vidas! ¡Cuántos capítulos deberán reescribir! ¡Cuánto camino han de recorrer con el testigo de la esperanza! ¡Cuánto tiempo muerto que recuperar!

 

Aquí estamos los poetas, ávidos de amor, mensajeros de la buena nueva de la solidaridad sin límites, que proclamamos a los vientos la donación sincera de nuestro tesoro más querido: las palabras. ¡Ojalá que se inscriban en pálpitos que alegren los corazones de quienes sufren en su fuero la transgresión de uno cualquiera de los derechos humanos!

 

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