POETAS SIN FRONTERAS - POETS WITHOUT BORDERS
POETAS SIN FRONTERAS - POETS WITHOUT BORDERS

LAS ONGs, PANACEA DEL AMOR SOCIAL

Por Nicolás Zimarro

 

 

Cuando la acción de una plataforma social, movimiento ciudadano u organización no gubernamental concluye con éxito su objetivo primordial, que no es otro que la rehabilitación personal y social de los individuos que, por cualquier razón, se hallan en situación crítica de desarraigo, indefensión o marginación, ocurre que una persona o personas han renacido a la libertad, a la autoestima e igualdad social.

 

Sólo por esto, merece la pena la dedicación y el esfuerzo de todos y cada uno de quienes bullen en la órbita de estas estructuras de participación y actuación ciudadana.

 

Sólo por esto se entiende que la trascendencia de su acción es innegable en una sociedad en la que el individuo humano es como un árbol solitario enraizado en un erial, enrocado en su mismidad y agostándose indefectiblemente. Estas estructuras sociales han de ser la carretera que discurre junto a ese árbol, significando la virtualidad de la apertura y el movimiento hacia lo diferente, o sea, el tránsito por la esperanza a la reconstrucción de la identidad individual; y significando la posibilidad de cambio, la vía a otra parte, la dimensión de la libertad, los brazos abiertos de los demás, el curso de un proyecto y el puente con el futuro.

 

Porque, no lo olvidemos, por lo general nadie conoce la especie a la que pertenece ese árbol, si florece en primavera, si algún pájaro anida en sus ramas, si alguna vez le acompañó un heliotropo o un rododendro, si en otoño se desnuda melancólico y llora desconsolado vertiendo al suelo lágrimas de hojas caídas o si en invierno tirita de frío recubierto de carámbanos.

 

A nadie parece importarle nada de esto. Como tampoco a nadie le preocupan los sueños del otro, del individuo que se le presenta delante, ni si en su corazón habita el amor, si tiene amigos, si llora alguna pena en silencio o sufre en la tumba de su soledad.

 

Y, claro, la consecuencia palmaria de esta actitud social es la radical y absoluta incomunicación e inautenticidad en las que supuestamente nos “comunicamos”. Y eso… en el mejor de los casos. Porque lo habitual en la mayoría de las relaciones humanas es la despreocupación respecto de todo lo ajeno a nuestro ego, el nulo conocimiento del “otro” y en la utilización del “otro” para los propios fines, características que constituyen los síntomas de lo que podríamos denominar el “síndrome burbuja”, la pandemia moral e identitaria de nuestros días.

 

Somos burbujas a la deriva. Y son tantas las especificidades de nuestra naturaleza, tantas y tan diferentes las direcciones de nuestros movimientos, tantas las peculiaridades de los ámbitos de concomitancia, que la constelación de “burbujas” que conformamos resulta un estremecedor absurdo, una locura que envuelve a todos y un exponente de la realidad social y la realidad personal del individuo tipo actual, las cuales se concretan en un mundo globalizado en parámetros económico-socio- culturales universales, que más bien parecen un “totum revolutum” que otra cosa, y que paradójicamente se traducen en comportamientos individuales de “todo vale” y de “cada uno va a lo suyo”.

 

¿Qué hacer pues cuando sobrevienen los problemas? ¿Cómo salir de la encerrona de una vida truncada en el seno de una sociedad impávida?

 

Poco o nada puede hacer uno/a por su cuenta. Por eso se antoja insustituible el concurso de las estructuras sociales, no exclusivamente en tanto que plataformas de intermediación entre los individuos y las instituciones públicas, sino en tanto que panacea del amor social, en tanto que ámbito de una genuina y sincera proyección física y espiritual de un individuo en otro sujeto humano. El amor es la esperanza y la clave para la superación del embotamiento en uno mismo, este mal endémico que asola nuestra sociedad. El amor es la vivencia íntima que ensambla catárticamente el árbol y la carretera, proyectándo a los individuos a una dimensión feliz de humanidad. Ésta es la meta; ésta es la tarea. Está en nuestras manos.

 

 

 

 

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