LA LITERATURA: UNA TERAPÉUTICA PARA LOS CONFLICTOS
1. INTRODUCCIÓN
Este proyecto nace con la colaboración de la Asociación Heber Elkartea (https://www.facebook.com/Asociacion-HEBER-Elkartea-1595219337362275/) que participa en el programa “Elkarbizitza” promovido por el Departamento de Educación, Política Lingüística y Cultura del Gobierno Vasco (https://www.euskadi.eus/contenidos/documentacion/inn_doc_convivencia/eu_def/adjuntos/6002016001e_Pub_EJ_elkarbizitza_plana_e_web_probisionala.pdf) y gestionado por diversos centros escolares de Bilbao y su entorno.
2. OBJETIVOS
Poner la literatura al servicio de las personas y contribuir al ejercicio activo de la ciudadanía en la construcción y consolidación de sociedades avanzadas con políticas de desarrollo sostenible y solidario.
Hacer de la literatura el instrumento idóneo para la concienciación de los/as ciudadanos/as en los derechos básicos de la humanidad.
Presentar una propuesta de salida de los conflictos entre niños/as y de estos/as con los progenitores y el sistema en la sociedad actual, sustentada en la terapia literaria.
Reestablecer el marco de una comunicación auténtica entre padres y madres e hijos e hijas, a través de la intermediación de la literatura.
Crear talleres de intermediación estables en los centros escolares, como espacios de interacción paterno-materno-filiales.
3. CONSIDERACIONES GENERALES
Partimos de estas premisas:
El conflicto debe entenderse como una manifestación (trauma y angustia personal,oposición o enfrentamiento a los demás) en los hitos de la evolución personal.
La literatura es el medio ideal de interacción entre padres y madres e hijos e hijas para la trasmisión de valores, la prevención de conflictos y la intermediación en coyunturas conflictivas.
El valor de la palabra en la praxis de la comunicación entre padres y madres e hijos e hijas.
Todos los niños y niñas viven de alguna forma los momentos de conflicto. Lo normal es que se superen de forma natural. La vida es aprendizaje. El problema surge cuando la situación se estanca. Sí, la circunstancia vital a la que se enfrentan los/las niños/as y los padres y madres que viven en sus propias carnes la experiencia del conflicto en cualquiera de sus manifestaciones (desarraigo cultural, exclusión social, crisis económica, desestructuración familiar, maltrato físico y psicológico ejercido por causa de género, desidia institucional, etc.) es el de la falta de respuesta con sentido a su realidad traumática, la total indefensión en la que se halla ante las cuestiones que surgen a partir de la conciencia del caótico y adverso estado de las cosas.
En esta situación sólo caben dos posicionamientos: el de la incomunicación y el de la comunicación con los demás.
La incomunicación podría darse en términos absolutos o relativos.
La incomunicación absoluta sería la solución de quien opta por la soledad más extrema. Sería la de aquel sujeto humano radicalmente ajeno a todo otro sujeto humano, la de un hipotético Robinson Crusoe en una isla urbana. Pero, por mucho que la idea del autismo social pueda resultar incluso romántica, no es factible en sentido estricto, por cuanto llevaría a ese individuo a una coyuntura pre-social, a una indiferenciación del yo y de lo otro, a una pérdida total del sentido de la existencia que imposibilitaría la valoración moral de sus actos y lo condenaría a la indigencia y a la exclusión social.
La incomunicación se produce siempre en términos relativos. Podemos refugiarnos en nuestro pequeño mundo, sea este cual sea, pero no lograremos aislarnos enteramente del medio social. No hay individuo humano sin “red social”, sin vínculos sociales de una u otra naturaleza, por muy primarios y precarios que éstos sean. Los otros, “el otro social”, son los referentes y garantes de las relaciones intersubjetivas y del desarrollo individual personal.
Así, la única solución posible para superar las contingencias propias de los conflictos es la vía de la comunicación.
La comunicación ha de entenderse como un darse al otro a la vez que el otro se nos da. Puede ser no auténtica o auténtica, en relación a la cualidad de esta donación.
La comunicación no auténtica consiste en un darse que no se da: esto es, en un darse enmascarado con las caretas de la colección de disfraces del escaparate social, a saber: los clichés y modelos de comportamiento, las ideologías, la legislación vigente, los prejuicios socio-culturales, los valores éticos, las creencias religiosas, el estatus económico, etc. Supone valerse de expresiones formularias y modelos-máscara de comunicación, de relaciones protocolarias y de pautas de conducta meramente formales, para guardarse del riesgo de una exposición sincera a los otros.
El problema se agrava cuando no es sólo un yo el que establece una relación comunicativa no auténtica, sino la sociedad en general. Entonces, todos los sujetos de la relación comunicativa se muestran como en realidad no son, hasta el punto de que cada yo prejuzga y trata a todo otro desde su relación de inautenticidad. Es lo que llamamos egoísmo, hipocresía o indiferencia social.
Y es aquí donde cobra valor y pertinencia el trabajo social, la mediación en los conflictos encaminada al restablecimiento de la comunicación auténtica para que se materialice ese darse de todo yo a todo otro sujeto tal como cada uno es, entendiendo que cada cual es lo que es solo siendo con los/as otros/as.
4. LA TERAPIA LITERARIA
La literatura, en particular la infantil y la juvenil, ha servido siempre de correa de transmisión de pautas de comportamiento social, de normas de conducta y de valores universales, así como de plataforma para la denuncia de todo tipo de situaciones sociales injustas o arbitrarias, para la exposición de los posibles escenarios de conflictos interpersonales y para la propuesta de soluciones a los mismos.
Los valores son las “creencias básicas a través de las cuales interpretamos el mundo y damos significado a los acontecimientos e, incluso, a nuestra propia existencia.”
Son referencia para la formación del comportamiento humano desde un punto de vista socio-educativo. Desde el punto de vista pedagógico son referencia para el desarrollo y el crecimiento humano dentro de un determinado grupo social.
Los valores no son inmutables. Son complejos, cambiantes, expuestos a diversos factores externos e internos, pueden convertirse en superiores o inferiores según la situación, el momento histórico o el individuo que lo realice, lo que puede generar conflictos entre los seres humanos que viven en comunidad.
Forman parte de nuestra cultura subjetiva y de la cultura en general. Por eso, cabe preguntarse qué papel tiene entonces la literatura infantil y juvenil en la formación de los niños/as y adolescentes, respecto a los valores y cómo se presentan esos valores en las narraciones creadas para ellos/as.
El modelo tradicional giraba en torno a valores como el individualismo, la obediencia absoluta a los postulados de la Iglesia, el dominio de la ejemplaridad, la división clasista de la sociedad, la superioridad masculina. Los nuevos modelos ofrecen otros valores como el espíritu solidario, el cuestionamiento de la autoridad, las transformaciones del sistema social en busca de la igualdad, la libertad y la justicia social, la tolerancia, el respeto a lo diferente, la denuncia de contenidos sexistas, los valores ecológicos y pacifistas, la convivencia, la multiculturalidad, los valores para la ciudadanía, etc.
La literatura, efectivamente, permite al lector/a recrear su propio mundo y generar sus propias ideas. “En la estructuración del cuento el niño o la niña contempla las estructuras de su propia imaginación y, al mismo tiempo, las abastece, construyendo de esa manera un instrumento indispensable para el conocimiento y el dominio de la realidad”.La literatura infantil ayuda al niño y la niña a “teorizar” su vivir, pues le hace razonar ante las vicisitudes de los personajes, a valorar o despreciar sus actos, y a relacionar las conductas reflejadas en los textos con sus propias experiencias y valores. Puede participar de emociones, compartir ideas e ideales, sufrir o gozar con la trama.
Este es el poder educativo de la literatura infantil. Sí, cuando las obras consiguen armonizar valores literarios, estéticos y sociales y contribuyen a fomentar el placer por la lectura y a desarrollar el pensamiento crítico e independiente ayudando a formar individuos más humanos.
PROGRAMA
0.- Presentación de la problemática inherente a la crisis social y
la labor de los agentes sociales.
1.- Lectura del poema “REVELACIÓN”.
2.- Lectura del poema “LA HOJARASCA”.
3.- Lectura del poema “LAS BRUMAS DE LA AUSENCIA”.
4.- Lectura del relato “EL TREN DE LA VIDA”.
5.- Lectura del poema “FUI VIENTO”.
6.- Lectura del poema “Caminando”.
7.- Exposición de la ponencia titulada “LAS REDES
SOCIALES. PANACEA DEL AMOR SOCIAL”.
PONENCIA: LAS REDES SOCIALES, PANACEA DEL AMOR SOCIAL. Nicolás
Zimarro.
*LECTURA: REVELACIÓN (Poema)
Nos enfrentamos a un problema que afecta a todos y todas y cada uno y una de las personas de las diferentes sociedades, que no es otro que el de la soledad existencial y la incomunicación social; problema que, en épocas de crisis socioeconómica, de pérdida de valores y de quiebra de la identidad individual cobra una especial gravedad y comporta una serie de consecuencias de índole diversa para las personas, tales como afecciones en la integridad física y la salud, incidencias psicológicas, fractura de la entente familiar, ruptura de vínculos afectivos y relacionales, perentoriedad y urgencias económicas, marginación social, etc.
Cualquiera de ellas es en sí misma objeto de consideración teórica y de tratamiento por parte de los Servicios Sociales. Cualquiera de ellas debe movernos a una reflexión seria y profunda a quienes estamos al servicio de las personas. Cualquiera de ellas es razón suficiente para dotar de pleno sentido la labor de los Servicios Sociales, de las plataformas de acción social y de las redes sociales.
*LECTURA: LA HOJARASCA (Poema)
*LECTURA: LAS BRUMAS DE LA AUSENCIA (Poema)
La tragedia íntima que vivimos todos los seres humanos, en algunos casos en la lucha diaria por la supervivencia, en otros en la brega por la prosperidad y muchas veces también en la absurda pelea por la prevalencia sobre los demás, tiene su origen en una falacia muy extendida en nuestra sociedad, que no es otra que la de la supeditación de la entidad de las personas a su potencial económico o “status” social.
Se trata de una práctica muy común que consiste en considerar a los individuos humanos principalmente sujetos de materialidad y de poder, antes que personas. Es más, incluso se llega a conceder que éstos son más personas cuanto más riqueza poseen o poder ostentan, de modo que implícitamente se admite que las personas gozan de tal entidad no por el hecho de ser personas sino por tener pertenencias. La catalogación de los individuos en personas y “¡vaya usted a saber qué!” se produce a raíz de la total pérdida de valores y del sentido de la existencia que caracteriza al ser humano y a las sociedades modernas y que se ha dado en llamar “nihilismo”.
Esta actitud ante la vida presupone que la única realidad del ser humano es su radical soledad existencial. Estamos solos, desnudos en nuestra individualidad. La sociedad, el supuesto ámbito de las relaciones y la comunicación entre los individuos humanos, es una constelación de soledades, un espacio cerrado de enajenación de nuestras carencias existenciales, algo así como un circo donde abundan los magos de las ideas, los prestidigitadores de los derechos y deberes, los domadores de “salvajes” –llámese inadaptados-, los contorsionistas de la formación –deformación o información-, los funambulistas de la utopía, los equilibristas de los títulos de propiedad y capitales bancarios, los saltimbanquis de la política, los trapecistas de las
palomitas y toda suerte de mercaderías y los payasos de la apariencia. El circo nos ofrece una única función ininterrumpida, que nos entretiene, despista, anima, aburre, subyuga, lacera, sobrecoge, solivianta, adocena, obnubila, adormece o mata. Pero nada más. Cada individuo humano permanece cautivo en su soledad, en su vacío existencial, y sólo halla consuelo y satisfacción en la adquisición y posesión de bienes materiales y el ejercicio del poder sobre los otros miembros de la sociedad, en una pretensión de preponderancia y dominio respecto de ellos. Se establece entonces una jerarquización de los individuos humanos en razón de su potencial económico y poderío fáctico, que se resuelve en la distinción entre personas sujeto de derechos y privilegios, esto es, individuos con entidad personal, por un lado, y entre “¡vaya usted a saber qué!”, o sea, individuos con entidad meramente numérica y nominal, por otro.
En este contexto…
*LECTURA: REVELACIÓN. Nicolás Zimarro.
REVELACIÓN
Ya no soy yo
y mi circunstancia.
Lo he entendido de una vez.
La ciudad me asfixia.
diseminado en una vorágine
de hombres y mujeres
que pululan
en discordia,
en un desconcierto de solitarios,
en la incertidumbre de la incomunicación
y en el absurdo de una existencia vacua
(de gallina ponedora,
de perro guardián,
de loro vocero
o de hormiga laboriosa);
y perduro entre las ruinas
de mujeres y hombres
que se agolpan
en el muro del progreso
- en un amasijo de vidas
reunidas por idéntico infortunio
y similar negro presente-.
En este desierto
hermético y gélido
alquitranado de nihilismo,
me descubro como un ser ínfimo,
desvalido y lastrado de impotencia,
como un soldado anónimo e inerme
envuelto en una continua refriega,
como una alondra errática
que trina y muere en cualquier suburbio.
Y, con todo,
yo no soy yo y esa circunstancia.
Lo he entendido de una vez.
Soy éter.
Soy pompa con entraña de vate.
Soy arco del triunfo.
La metrópoli,
ese endriago
fantasmagórico,
y polimorfo
desplegado en un ámbito
de moles de cemento,
rascacielos de titanio
y edificios de vidrio
y vertebrado en arterias de asfalto
y calles de adoquines,
ya no me asusta.
Tú me has abierto los ojos,
numen de mi guarda,
revelándome la cifra
del lenguaje del empedrado,
el misterio íntimo
que se oculta tras los festones de bruma
que cubren mi espíritu
y el secreto
del crepúsculo
donde penden las metáforas
que por la noche alumbran las palabras
que sustanciarán un poema;
tú me has dado alas,
confiándome los arcanos
de una estrella fugaz
que trasciende los límites del tiempo
y quiebra la línea del horizonte cósmico
desgarrando nubes de silencio,
atravesando cielos insólitos,
hendiendo agujeros negros,
penetrando en la entraña de los rayos de luz
y recorriendo el dominio de la fantasía.
Lo he entendido, de una vez
por todas.
El enigma
es ahora ley tácita.
Urbanita, alienígena o simple individuo,
sea lo que sea,
mi cometido ha de ser vivir
columpiándome en la cola de los cometas
para precipitarme en caída libre
al universo de lo cotidiano
transformado en cielo azul de primavera,
en lluvia
que riegue esperanzas,
en copos de nieve
que entierren soledades,
en plaga de luciérnagas
que alumbren los caminos de la felicidad
y en versos
que canten al amor.
*LECTURA: LA HOJARASCA. Nicolás Zimarro.
LA HOJARASCA
Los paseos…
Las casas…
Los parques…
El puerto…
En el pueblo todo estará envuelto en luz
en cobalto y ámbar,
se habrá apagado el canto de los grillos
y la carraca de las cigarras,
los campos florarán escarchas
los rosales verterán lágrimas
de pétalos
y capullos mortecinos,
habrá partido la última golondrina
y las hojas caídas
se retorcerán en los suelos de las calles.
Es el otoño…
El mismo otoño aciago,
necrótico
y eterno,
la misma pesadumbre
inexorable
y agónica
que padezco en la inhóspita urbe.
En este glaciar maldito,
hace lustros
que un vendaval
de melancolía
y de noches fúnebres
derribó los árboles
de la esperanza
y que el desafecto
y la soledad
segaron los arbustos
de los sueños.
Aquí somos un montón de hojas secas
pasto de la tragedia,
hojas basura
abarquillándose en un témpano comunitario;
somos hojas zombi
yendo a ninguna parte
al albur de la desidia,
hojas manchadas de sangre
de moho
e indolencia.
Yo fui hoja verde
(siempre fresca,
siempre reluciente),
hoja regada por savia nueva,
hoja que vivía en la rama
de un árbol firme.
Fui hoja en el pecho de una amiga ,
su colmo
y su apéndice;
fui brote perenne
(vida naciente segundo a segundo)
y vástago
de solsticios y equinoccios.
Fui todo eso…
Y ahora… no soy nada.
sólo me queda la náusea
de ser una piltrafa,
sólo la suerte
de ser una hoja marchita
al lado de otras hojas muertas,
sólo el martirio
de pulular en el vacío
o podrirme en la hojarasca.
*LECTURA: LAS BRUMAS DE LA AUSENCIA. Nicolás Zimarro.
LAS BRUMAS DE LA AUSENCIA
La desesperanza
pende del gancho de la puerta…
Estoy solo;
solo… en este cuchitril
sombrío y gélido…
Es de noche,
siempre es de noche en esta covacha,
noche de sepultura…
Aquí, en esta cripta de alquiler
todo es espectral:
silente…
el canto
del gallo del despertador,
difunta…
la chica
del calendario que cuelga de la pared
y artificiales…
las rosas
del búcaro que reposa sobre la mesa…
Uno y otras son el reflejo lánguido
de la misma fábula,
ese delirio
que frrustra los amaneceres
a mazazos de angustia;
no son más que fantasmas
en la penumbra,
cadáveres
que no acompañan a mi soledad,
mortajas
de besos y caricias extintos
que significan la falta de calor humano.
Sí… Estoy solo…, aislado intramuros.
En este tétrico cubículo
me vence la nostalgia…
¡y siento a las personas tan lejanas!
¡Qué largos y anodinos
transcurren los minutos!
Y sin nadie con quien hablar… ¡qué estériles!
El desamparo
- ese puñal clavado en mis vísceras-
me desangra,
en sangre que fluye en hebras
de memoria y despojo,
en sangre de color de pesadumbre.
De la herida profunda brota el miedo:
miedo que eclosiona en mi pecho y vientre
en espasmos de tormento y anhelo,
miedo que convierte mis días aciagos
en vacuidad y absurdo,
miedo que (en esta oscuridad de tumba)
me incita a hurgar en las sombras que ocupan mi catre,
miedo que me escupe a la cara
gargajos de impotencia y tristeza
que evidencian que estoy solo, solísimo.
Solo… y enloqueciendo.
Le llamo a alguien a cada instante,
segundo a segundo evoco un rostro
y una y otra vez imploro una aparición,
hasta que una imagen
resplandece en el techo de la pieza
con refulgencia de relámpago,
mi grito de alarma
reverbera en la voz meliflua
de un coro de ondinas
que silabea un nombre cualquiera
y el espacio
- mi cosmos de treinta metros cúbicos-
deviene en una playa virgen
en la que un desconocido amigo
me regala olas
y una sonrisa indeleble en los labios…
Todo resulta ser un alucinamiento,
una quimera esquizoide.
Porque estoy solo… y sin escapatoria.
Cabizbajo, escribo un cariñograma,
merodeo a ese amigo ficticio
y me aferro a su apariencia multiforme.
Y es que me urgen las ilusiones y los recuerdos,
como la luz o el oxígeno;
aunque manen en lágrimas,
se expandan en los susurros del silencio,
estallen en las pesadillas
que me despiertan a deshora
empapado en sudor frío
y transformen en un simulacro
de vano deleite
lo que en otro tiempo fue genuino pálpito.
Pero estoy solo… Solo y perplejo,
sumido en las brumas de la ausencia.
La chica del calendario
y las flores del ramilletero
atestiguan mi infortunio.
El desafecto (de una)
y la ternura sintética (de las otras)
han anidado en mi corazón contrito.
¿Cómo va pues a activarme el flujo sanguíneo?
¿Cómo va a darme vida?
No… No es posible. No lo es.
Y sin remedio…
mis entrañas comienzan a enfangarse,
las arterias a mudarse en acequias
y la sangre a tornarse en bilis.
Así que… se me ha desvanecido el hálito,
quebrado el ritmo sístole-diástole,
cuajado el tuétano
y escarchado el seno de los sueños.
Sin remedio… ni término…
he extraviado la alegría,
el hoy,
el norte…;
y habito en la bruma.
Bruma… Bruma… Todo es bruma…
Siniestra bruma…
Acuciante bruma…
Envolvente bruma…
Vacío que me engulle.